Nora
Corral:
¿Era muy caótico en las Asambleas?
Cristina
Feijóo: Era caótico, porque en las asambleas
convivían distintas expresiones de la sociedad: los partidos
políticos de izquierda, viejos militantes de los setenta
como yo, jóvenes estudiantes, amas de casa, trabajadores
que se acercaban en una búsqueda indeterminada de repudio,
sin saber bien qué era lo que iba a salir de las asambleas,
ni siquiera qué fenómeno era este que nos impulsaba
a debatir en las calles.
Durante
los primeros meses se intentó dar alguna forma de organización
a ese gran movimiento. Había unas ciento cincuenta asambleas
en la Capital Federal, varias decenas en el interior del país,
en el Gran Buenos Aires otro tanto. Hubo un intento de dar alguna
forma de organización de las asambleas, de encontrar
puntos de lucha en común. . Entonces se formó,
en esa etapa, la Comisión Interbarrial. La interbarrial
se reunía en el Parque Centenario una vez por semana,
con delegados de todas las asambleas: Cientos de personas participaban
en debates que duraban larguísimas horas.
Se suponía que cada asamblea mandaba delegados. Ahora,
esto no significó más que conflictos, porque cada
asamblea discutía sus asuntos y elevaba sus propuestas,
y en cada reunión de la Interbarrial se aprobaban 85-90
propuestas de las distintas Asambleas: se aprobaban marchas
todos los días, al Congreso, a la Corte Suprema, a la
Legislatura de la Ciudad, movilizaciones a diestra y siniestra,
escraches a diputados, a senadores, a ministros, a represores,
a Bancos, de tal modo que era imposible seguir ese programa.
Era un programa basado en movilizaciones, agitación y
demandas constantes. Demandas mágicas, como que renuncie
la Corte Suprema, que se abra el corralito, que los Bancos restituyan
el dinero de los ahorristas, que renuncie todo el Parlamento.
NC:
“¡Que se vayan todos!”
CF:
Exactamente. Era un programa imposible. A la vez había
dos tendencias en las asambleas. Una, que se guiaba por la gran
aspiración de los partidos de izquierda, que era la toma
del poder del Estado. Esta tendencia se basaba en la movilización
y la agitación permanentes con consignas extremas, que
se vaya éste, que renuncie el otro, todo el poder al
pueblo. Y había otra tendencia que pugnaba por restablecer
las redes destruidas del tejido social a causa de la demolición
del país. A esta segunda tendencia se la denominó
autonomista, ya que estos militantes sociales se declaraban
autónomos de todo poder, el del Estado, o el poder dentro
de un partido político. Esta corriente, a la que yo adhiero,
trataba de echar raíces en el barrio, de trabajar en
la solución de las necesidades de los vecinos: los problemas
que se producían en las escuelas por la crisis, los chicos
que se desmayaban de hambre, los graves problemas en la salud
por la falta de medicamentos, de insumos, la falta de comida,
de trabajo. El Estado había colapsado y se trataba de
crear redes solidarias, hacer ollas populares, comederos, dar
respuestas al hambre. Era una situación de tal caos que
una parte grande del movimiento de asambleas estaba creando
redes de modo de tomar a cargo las cosas de las que el Estado
se desligaba. Lo hacía la misma comunidad, espontáneamente,
a través de sus organizaciones de base, y hasta lo hacían
vecinos sin ninguna participación social y que salían
en aquellos momentos en ayuda de los necesitados.
En
aquellos momentos los partidos de izquierda y los autonomistas
convivíamos en las asambleas con mucha confrontación
interna. La izquierda partidaria se oponía al trabajo
social de base, catalogándolo de “asistencialista”.
Estas dos tendencias fueron creando grandes tensiones, hasta
que se produjeron las rupturas. Para aumentar el caos, en algunas
Asambleas en que había varios partidos de izquierda,
los partidos se disputaban unos a otros la supremacía.
Durante el 2002 se produjeron rupturas en las Asambleas, ya
que la convivencia se había vuelto imposible en muchos
casos. No se encontraba la manera de convivir, de que una tendencia
no frenara a la otra. Hubo casos excepcionales de asambleas
en que siguen conviviendo partidos políticos y vecinos
que no pertenecen a partidos políticos, pero la mayoría
de las asambleas se fraccionaron.
NC:
Supongo que la gente no veía resultados inmediatos al
estar en medio de estas peleas. ¿No había acción
directa?
CF:
Había acciones directas. Hubo muchas movilizaciones durante
2002, algunas con acciones directas, pero muchos vecinos se
fueron retirando de las asambleas porque no veían que
eso plasmara en avances concretos. A la vez, a fines de 2002
lo que empezó a verse con nitidez fue el trabajo que
se había empezado a principios de ese año, de
trabajo en comisiones. Éste fue un trabajo fructífero.
Un ejemplo de esto lo constituye la Comisión de Privatizadas,
un ámbito que funcionaba regularmente, en días
fijos, y que reunía a representantes de distintas Asambleas
y de otras organizaciones de base, en un movimiento transversal,
la primera experiencia seria de transversalidad que hicieron
las Asambleas. Esta comisión trabajaba exclusivamente
el tema de las empresas públicas que fueron privatizadas
en los años noventa: teléfono, gas, luz, agua,
trenes, correos. No sólo habían sido privatizadas
fraudulentamente, sino que habían cobrado las tarifas
“más caras del mundo”, como solía
decirse, girando fuera del país miles de millones de
dólares e incumpliendo sus obligaciones de inversión.
Llegaron al extremo de pedir préstamos en los bancos
locales para girar ese dinero a sus casas matrices en Europa.
Desde luego, cuando los Bancos impusieron el corralito, esas
deudas de las empresas fueron estatizadas y pasaron a engrosar
la deuda externa argentina. La pelea de la Comisión de
Privatizadas fue intentar que se cumpliera con la ley duhaldista
de emergencia nacional, que impedía el aumento de tarifas
a menos que se renegociaran todos los contratos. Primero había
que estudiar si las compañías privatizadas cumplieron
con los contratos, con las obras que debían hacer por
contrato, con el mantenimiento, y después estudiar el
aumento de tarifas.
Hubo
un largo período de lucha permanente: si aumentaban las
tarifas sin estudiar las concesiones o si no aumentaban. Se
logró frenar el aumento de tarifas porque la Comisión
de Privatizadas reunía unas cuantas organizaciones de
base, trabajaban juntas las Asambleas, la Defensoría
del Pueblo y otras organizaciones de base, organizaciones vecinales,
populares y en las audiencias públicas se lograba frenar
el aumento. Teníamos ahí una experiencia concreta
de cómo trabajar, una manera ordenada de trabajo.
Después
de este proceso de rupturas de las Asambleas populares, las
Asambleas Autónomas empezaron a reunirse por su cuenta,
con una gran convocatoria. Aquí, naturalmente se fue
tomando como eje el método de trabajar en comisiones
temáticas. Había quienes trabajaban con los cartoneros,
consiguiendo vacunas para los cartoneros, haciendo ollas para
los cartoneros, trabajando todo el tema cartonero. Otros compañeros
se dedicaron a la defensa de los espacios públicos, frenando
la venta de los pocos espacios verdes de la ciudad a grandes
corporaciones constructoras de shoppings, o de complejos habitacionales
tipo barrios cerrados. Se creaban comisiones para trabajar en
temas específicos, y surgieron la Comisión de
Cartoneros, la Comisión de Salud, La Comisión
de la Ley de Comunas, de Defensa de los Espacios Públicos.
Lo que pasó a fines del año 2002 es que las Asambleas
estaban ya trabajando por ejes temáticos. Es decir, de
esa gran burbuja de fermento vivo que habían sido las
Asambleas, en las que se disparaban todos los temas, empezaron
a plasmar en proyectos concretos ligados a temáticas
propias, exigencias al Estado, tratando las necesidades del
barrio. En mi caso, la Asamblea en la que yo milito y la Asamblea
vecina, creamos una cooperativa para comercializar productos
de las empresas recuperadas. Fueron consolidándose así
en las Asambleas proyectos concretos. Yo diría que esta
situación sigue prolongándose en el tiempo, con
algunos problemas irresueltos, como el gran debate sobre la
democracia directa, el desafío de encontrar formas de
delegación, formas de articulación entre las distintas
asambleas. En las Asambleas autónomas hay mucho rechazo
en nombrar delegados Las Asambleas nacieron con una fuerte demanda
de horizontalidad y no se quiere romper con ese ideal de horizontalidad,
que se ha fetichizado. Hay mucha resistencia a debatir esto.
Aunque desde luego se percibe que no tenemos mecanismos para
juntarnos y accionar en conjunto ante situaciones acuciantes.
Entonces está ese debate pendiente.
NC:
¿Cuál es el miedo real ante la idea de siquiera
debatir la ‘democracia directa’?
CF:
El miedo es el miedo a la verticalidad, a reproducir otra vez
las formas de una representación política que
se rechaza. Si vos delegás en otro tu voz corrés
el riesgo de que esta persona haga lo que quiera con esta delegación.
Entonces no se puede avanzar en ese punto, hay mucho temor.
Han existido propuestas de delegaturas parciales, acotadas,
rotativas, pero no se ha avanzado mucho en ese sentido.
NC:
En su asamblea, Barrio Nuñez, ¿Existe esta horizontalidad?
CF:
Sí, en la mía sí. Somos todos autonomistas
pero los conflictos no están ausentes, y la causa reside
en esta ausencia de debate sobre los significados de la ‘democracia
directa,’ en particular sobre el concepto de horizontalidad.
Hay quienes creen que la horizontalidad iguala automáticamente
todas las opiniones. Hay quienes creémos que el igualitarismo
toma validez si está basado en la responsabilidad propia
y el respeto al trabajo del otro. Sin estas dos premisas esta
horizontalidad es horajasca, charlatanería de café.
Es moralmente inadmisible que haya asambleístas que impongan
que se realicen determinadas tareas y después esquiven
el bulto al trabajo, dejen que esas tareas las hagan otros.
Puesto que nadie representa a nadie, entonces todo vale. Me
parece que hay un debate que dar y hay mucha resistencia a dar
ese debate.
NC:
¿Cada cuándo se reúnen? y ¿Cuáles
son los logros obtenidos más importantes?
CF:
Nos reunimos una vez por semana, los lunes. Esta Asamblea centró
su trabajo sobre la economía solidaria. Hubo una experiencia
inicial de bolsas comunitarias, que se inició cuando
no había escasez de dinero, para abaratar costos. Como
había en cierto momento muy poco dinero en la calle,
se compraban las verduras en el mercado central porque salían
más baratas y se repartían las bolsas. Pero después
eso tomó desarrollo propio y en nuestra Asamblea se creó
una bolsa comunitaria que contenía productos de las fábricas
recuperadas por los obreros y productos de emprendedores barriales.
Vecinos que se habían quedado sin trabajo y se habían
puesto a recordar sus saberes, y a usarlos, se hacían
mermeladas, pan, productos de limpieza, y después incluimos
las hortalizas que comprábamos a cooperativas agrarias.
Al principio comprábamos hortalizas producidas con fertilizantes
y pesticidas, pero luego, en la medida en que avanzábamos
en el proyecto y en la conciencia, vimos la necesidad de un
mejor consumo, un consumo responsable, con productos ecológicos,
sin agroquímicos. Entonces fuimos tomando contacto con
agricultores que trabajaban sin agroquímicos. Esa experiencia
de bolsas comunitarias se mantuvo durante muchos meses, varias
Asambleas y vecinos se juntaban para hacer los encargos, para
organizar cómo buscar los pedidos, dónde repartirlos.
De esa experiencia nació la idea de nuestra cooperativa,
que nació fundamentalmente porque al estar las bolsas
comunitarias fuimos viendo las realidades que tienen las empresas
recuperadas por los obreros, los productores agrícolas
y los productores barriales, que comparten la dificultad común
de vender los productos, de comercializarlos, con la falta de
experiencia que ellos tienen en este rubro. Fue entonces que
se nos ocurrió la idea de crear esta cooperativa para
comercializar estos productos.
Este
proyecto tuvo posibilidades de nacer, por así decir,
gracias a la ayuda internacional de argentinos residentes en
el exterior, preocupados por lo que estaba sucediendo durante
los peores momentos del derrumbe social. Nos donaron una pequeña
cantidad de dinero Nosotros elaboramos el proyecto. Como esa
cantidad era verdaderamente poca, pedimos a fundaciones y logramos
sumar unos pesos más, como para iniciar el proyecto de
la cooperativa.
NC:
Entre los organismos o fundaciones internacionales que están
ayudando este proyecto ¿Quiénes se encuentran?
CF:
Naomi Klein y Avi Lewis se interesaron en el proyecto y a través
de la fundación Fences &Windows, que apoya proyectos
autonómicos en el tercer mundo conseguimos mil dólares.
También nos apoyó la Fundación holandesa
X-Y, y el grupo de traductores de ZNet al español del
cual yo formo parte. Una antropóloga amiga mía,
norteamericana, donó una suma de su bolsillo, y así
fuimos sumando.
NC:
¿Cree que la entrada al gobierno de Kirchner es esperanzadora?
CF:
En realidad este gobierno ha levantado la agenda del movimiento
social. Todos los pasos que ha dado son reivindicaciones del
movimiento social Queda todavía el gran tema, el tema
definitorio de la pobreza, de la desocupación, pero sobre
todo el injusto reparto de la riqueza. Este es el punto que
va a mostrar si esta política se contrapone a la política
del modelo neoliberal o no. Pero los pasos simbólicos
que el presidente ha estado dando han sido sumamente importantes
en cuanto a restauración de los poderes del Estado, la
transparencia, el juzgamiento de los militares. Eso es esperanzador.
En cuanto a las Asambleas, están desconcertadas y debilitadas
por el nuevo fenómeno, no saben muy bien, me parece a
mí, qué camino adoptar ahora. Yo personalmente
creo que hay un espacio grande para el trabajo de las Asambleas
porque se abre un espacio fértil para el trabajo de base,
un trabajo contracultural que no se vería seriamente
obstaculizado. Podríamos trabajar con mayor libertad,
sin fuertes amenazas y sin sufrir la represión que había
antes. Siempre es un juego de ida y vuelta la represión,
que es lo que la derecha busca y obtiene por momentos, pero
creo que tendríamos un cierto respiro. Lo que no se termina
de definir es la posición que tomará el grueso
de las Asambleas respecto del gobierno de Kirchner, ¿se
van a apoyar las medidas?, ¿se va a dar un apoyo crítico?,
¿se va a ignorar lo que hace el Estado?, o se va decir
“esto no tiene que ver con nosotros.” Es un tema
en el que recién ahora están apareciendo definiciones
en el movimiento social, y como las posturas son diversas, surgen
inevitables divisiones.
NC: En cuánto al juicio de los militares,
de qué opinión es: ¿Que se los juzgue en
España ahora que han sido requeridos por el Juez Garzon?,
o ¿se los debe juzgar en la Argentina?
CF:
Yo preferiría que sean juzgados en el país. Creo
que sería importante para la sociedad deshacernos de
la sensación de impunidad que nos persigue desde hace
décadas. Es muy importante que la sociedad perciba que
hay justicia, que la sociedad viva el procesamiento de los genocidas
como un acto reparatorio, porque es devastadora la percepción
social que resulta de la última década de que
hay dos clases de justicia: una para los ricos y poderosos y
otra para los pobres. Los ricos y poderosos delinquen pero no
van presos, el ladrón de gallinas obtiene la cárcel
o la muerte. Ningún país puede funcionar sin justicia.
Es imposible que se hable de democracia si no existe justicia.
Por eso creo que los militares ser juzgados aquí. Si
fueran juzgados en el exterior y condenados, estaría
bien, pero no sería un acto de reparación del
Estado argentino para con sus ciudadanos, ni para con su historia.