Nora Strejilevich - Materiales - Las Madres de Plaza Mayo


LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO

Escrito por Ana Cecilia Martínez - 2004

Los desaparecidos… Desde que los militares decidieron, a fines de 1975, terminar con el régimen de Isabel Perón y retomar el poder, pasando a los hechos el 24 de marzo de 1976, el término “desaparecido” pasó a formar parte del vocabulario cotidiano en la Argentina”. -- Jean-Pierre Bousquet, Las Locas de la Plaza de Mayo, traducción del francés Les folles de la place de Mai (Stock, 1980, París), p. 23.

A mediados de los años ‘70, varias madres en la Argentina inician, individualmente, la búsqueda de sus hijas e hijos desaparecidos. Apelan a la Policía, al Ministerio del Interior, a la Iglesia. Encuentran sólo respuestas negativas, falsas promesas, declaraciones que sirven solamente para obfuscar la verdad. En la medida en que profundizan su búsqueda, comienzan a entender que el mismo gobierno al cual apelan está detrás de las desapariciones. Comienzan, además, a conocerse entre ellas y a reconocer su situación y dolor común. Es así que, poco a poco, unas cuantas mujeres solitarias y desesperadas por encontrar a sus hijos, llegarán con el tiempo a componer un gran movimiento progresista que exige la verdad sobre lo ocurrido a sus hijos, y que se juzgue a los culpables. Las Madres de Plaza de Mayo son reconocidas mundialmente por su lucha personal y por lo que representan para la lucha por los derechos humanos en general.

En el comienzo, al enfrentarse únicamente con impedimentos, las mujeres que habían empezado a conocerse entre sí, deciden que la única forma de hacer oír sus preocupaciones es manteniendo una presencia pública y constante ante las autoridades. Deciden que el lugar más propicio es en la Plaza de Mayo, frente al Palacio de Gobierno. ¿Por qué la plaza? Según Hebe de Bonafini, una de las fundadoras originales de la organización Madres de Plaza de Mayo,


…en los otros organismos no nos sentíamos bien cerca; había siempre un escritorio de por medio, había siempre una cosa más burocrática. Y en la Plaza éramos todas iguales. Ese ‘¿qué te pasó?’, ‘¿cómo fue?’. Éramos una igual a la otra; a todas nos habían llevado los hijos, a todas nos pasaba lo mismo, habíamos ido a los mismos lugares. Y era como que no había ningún tipo de diferencia ni ningún tipo de distanciamiento. Por eso es que nos sentíamos bien. Por eso es que la Plaza agrupó. Por eso es que la Plaza consolidó. – Hebe de Bonafini, conferencia pronunciada el 6 de julio de 1988.

Su presencia pública también servía para hacer conocer su lucha a la población y a la prensa, tanto nacional como internacional. Gran parte de la población prefirió no enterarse de que sus propios conciudadanos estaban desapareciendo. Muchos pensaban que, por fin, había un poco de orden en el país, “gracias a los militares”, y prefirieron pensar que si estaba desapareciendo gente, era porque “en algo andarían”, y dejaron al asunto en manos del gobierno. Otra parte de la población, el sector adinerado, dueño de las tierras más productivas y de las grandes industrias, estaba satisfecho con lo que habían impuesto los militares, ya que, en sus ojos, no habría más interrupción en sus negocios; los militares tomarían en sus manos el control de los llamados “subversivos”, los que fomentaban discordia entre empresarios y obreros. La institución de la Iglesia prefirió no escuchar a las Madres, sino todo lo contrario. La Iglesia estuvo estrechamente ligada al gobierno militar, ya que, a su entender, este proceso de gobierno militar era necesario para defender a la llamada “civilización occidental y cristiana”. La prensa nacional prefirió ocuparse de informar sobre temas que no ofendieran al gobierno, por lo menos en los primeros años de la dictadura militar. No es casual. Pensemos en lo que pronunció el entonces gobernador de Buenos Aires, Ibérico Saint-Jean en mayo de 1976: “Primero mataremos a los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes y luego a quienes permanezcan indiferentes; y finalmente mataremos a los tímidos”. De modo que, con respecto a lo que el gobierno consideraría complicidad con los llamados “subversivos”, la mayoría optó por callar con respecto al genocidio y al dolor que estaban ya no debajo de la superficie, sino delante de sus propios ojos.

Sí fueron muchos los que, a pesar de los peligros, se atrevieron a nombrar al monstruo visible cuyo rostro otros no se animaban a mirar. Tal es el caso de Adolfo Pérez Esquivel, fundador del movimiento Paz y Justicia y miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, a quien en 1980 se le otorga el Premio Nobel de la Paz. Tal es el caso de Monseñor Angelelli de la provincia de La Rioja, y otros religiosos que fueron o asesinados o apartados de sus cargos por solidarizarse con las víctimas de la represión. Tal es el caso de algunos representantes de la prensa internacional quienes se animaron a registrar los hechos que ocurrían en el lado oscuro de la sociedad argentina durante esos años. Y tal es el caso de muchos ciudadanos comunes que, con cautela, tuvieron la valentía de hacer conocer su rechazo por lo que estaba ocurriendo en el país. Entre ellos están las madres de los desaparecidos quienes, mediante pacífica insistencia, coraje y capacidad de organización, llegaron a cautivar la atención internacional y así provocar respuestas contundentes a lo largo de los años. Primero, es importante tener un panorama de lo que ocurría en el país antes del golpe militar de 1976.

Situación política antes de 1976
Durante el Siglo XX, la Argentina vivió una sucesión de gobiernos democráticos interrumpidos por golpes de estado, en donde los militares argentinos, defensores de los intereses económicos de la oligarquía, alteraron los procesos democráticos y populares siempre que éstos comenzaban a poner en peligro el status quo. Durante los últimos años de la década de los ‘60 y los primeros años de la década de los ‘70, el clima político y social de la Argentina era complejo. Los grupos de izquierda se sentían alentados por las luchas por cambios sociales que se estaban dando en el continente, con ejemplos recientes como el proceso Cubano que culminó con una revolución socialista en 1959, y luego el gobierno socialista de Salvador Allende en Chile que se impuso por voto popular. La juventud argentina también buscó unirse a las causas populares. Había en realidad un clima mundial que contribuyó al idealismo de los jóvenes. En 1968, en Europa, hubo grandes marchas estudiantiles. Comenzó en mayo, con el arresto de cinco estudiantes universitarios, activistas en el movimiento en contra de la guerra de Vietnam. Se los acusaba de haber detonado varios pequeños explosivos afuera de las oficinas de corporaciones estadounidenses. En repudio a los arrestos, en pocos días miles de jóvenes, y luego docentes, y más tarde otros miles de ciudadanos, salieron a las calles. Ya no solamente marchaban en contra de los arrestos a los cinco estudiantes, sino que su protesta ya exigía el retiro policial de las universidades, además de derechos políticos y sindicales.
En Estados Unidos, la guerra de Vietnam dividió a la población y hubo grandes manifestaciones por parte de la juventud en contra de la intervención con el pretexto de erradicar al comunismo. De modo que había un clima internacional de conflicto por un lado, y por otro un espíritu idealista que clamaba por cambios. Esta será una de las grandes razones por las cuales los militares argentinos, en su momento, llegarían a apuntar específicamente a los jóvenes. Su meta fue aniquilar esta fuerza que traía consigo nuevas ideas y nuevas energías.

Algunos grupos argentinos se inspiraron en los antecedentes más populares del peronismo y clamaban por el retorno al país de Juan Domingo Perón que había estado exiliado en el exterior desde 1955. Cuando regresó Perón al país en 1972, nombró como vice presidente a su esposa, María Estela Martínez de Perón. Estaba, además, acompañado por José López Rega, un personaje nefasto que había sido ex-cabo de policía. López Rega comenzó por ser un mucamo/secretario personal en la casa de Perón, y adquirió con el tiempo un poder tan abarcador que llegó a controlar la vida de Perón, hasta ser nombrado Ministro de Bienestar Social durante su última presidencia. Después de la muerte de Perón, López Rega se hizo más notorio y consiguió hacer de Isabel Martínez un instrumento de su extraña ideología y de su ambición de poder. Fue el iniciador de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), siguiendo el model del “escuadrón de la muerte” de los vecinos brasileños. López Rega promovió un sistema de represión criminal clandestina que pronto se abrió paso con determinación. Bajo la presidencia de la viuda de Perón, López Rega medró casi sin límites y su metodología se fue expandiendo sin obstáculos. Según Salvador María Lozada, en De López Rega a Menem: los derechos humanos y la impunidad en la Argentina (1974-1999): “El eclipse de éste en 1975 no significó la extinción del sistema sino, en realidad, su consolidación, su despersonalización y de algún modo su institucionalización”. En marzo de 1976, al arrestar a Isabel Perón, las fuerzas armadas llevaban a sus últimas consecuencias la técnica de la represión criminal clandestina.

Los movimientos de izquierda, sobre todo los movimientos armados, se habían sustentado en la figura de Juan Domingo Perón como inspiración a sus ideales. Los Montoneros, el E.R.P. (Ejército Revolucionario del Pueblo) y las F.A.R. (Fuerzas Armadas Revolucionarias), fueron desestimados por Perón que ya estaba anciano, enfermo, y cada vez más controlado por López Rega. Además, si bien durante su primera presidencia Perón había promulgado una serie de leyes que apuntaban a proteger a los trabajadores y creó una base sindical muy fuerte, como dice Jean-Pierre Bousquet en Las Locas de la Plaza de Mayo:


… el peronismo, a despecho de los cambios sociales que ha provocado, sigue siendo profundamente conservador. Aspira a una mejor distribución de las riquezas sin cuestionar las estructuras del país y predica la colaboración de clases descartando resueltamente la lucha de clases. Aunque la oligarquía liberal “vendida a los intereses extranjeros” se señala como el enemigo, la Argentina es el único país de América Latina donde el término “reforma agraria” ha estado siempre prohibido y considerado subersivo (p. 28).


El quiebre de los grupos de izquierda con el peronismo oficial llevó a la guerrilla a actuar por sí sola. La guerrilla argentina, sí mató a algunos dirigentes mlitares y empresarios civiles, y también secuestró (a veces liberando a los rehenes luego de cobrar rescate para así fortalecer sus arcas). Sin embargo, la guerrilla nunca torturó a sus prisioneros, a diferencia de lo que ocurrió con los militares que impusieron un plan sistemático de tortura inusitado en la historia argentina por su crueldad y ensañamiento para con los miles de secuestrados y desaparecidos.

Pero, además de estos grupos armados, existían organizaciones e individuos en todas las areas de la población que trabajaban pacíficamente por mejorar las condiciones sociales en el país. Tal es el caso de miles de estudiantes, profesionales, artistas, religiosos, periodistas, escritores, obreros y sindicalistas, muchos de los cuales terminaron siendo víctimas de la represión militar.

La viuda de Perón, convertida en la primer presidente mujer del mundo, no tardó en poner en evidencia su incapacidad para gobernar. Con escasos talentos para la política y falta de habilidad para formar alianzas fuertes que le ayudaran a mantener en pie el gobierno constitucional y ocuparse coherentemente del desorden que reinaba en el país, fue blanco fácil para los militares que estaban detrás de las bambalinas, observando el rápido deterioro del país, maquinando y planificando el momento justo de tomar el poder.

El 24 de marzo de 1976, los militares arrestaron a Isabel Martínez de Perón y se apropiaron del Palacio de Gobierno, justificando su accionar debido al estado caótico del país y el patético liderazgo del gobierno peronista. Aprovechándose del desastroso estado de la economía, la acción de las organizaciones de la guerrilla, el terror sembrado por la Triple A, el agotamiento generalizado de la población, y contando con el apoyo de los sectores más conservadores de la sociedad, la primera junta militar (integrada por el General del Ejército Jorge Rafael Videla, el Almirante Emilio Eduardo Massera de la Marina y el Brigadier Orlando Ramón Agosti de la Aeronáutica) tomó el poder sin resistencia. Este día marcó el comienzo del llamado Proceso de Reorganización Nacional, comúnmente llamado “el proceso” por los argentinos.

Cuando los militares tomaron el poder, ya no solamente defendían los intereses de la oligarquía nacional, sino que también pasaron a formar una alianza importante entre los países latinoamericanos, compartiendo elementos ideológicos comunes en objetivos y metodología. Con el visto bueno de los Estados Unidos, la Argentina, como otros países de la región, se ocupó de intentar aniquilar a la llamada “amenza marxista”. El régimen militar utilizó los secuestros como forma sistemática de tomar a sus prisioneros. Ya no se limitaban a perseguir a los guerrilleros o a personas conocidas de grupos de izquierda. Los secuestros, detenciones en campos de concentración y la tortura estaban a la orden del día. Cuando los familiares de los secuestrados buscaron información o asesoramiento jurídico, tuvieron que enfrentarse con la humillación de escuchar por parte de las autoridades que si sus hijos estaban desaparecidos, seguramente sería porque “se escaparon del país”, o porque “eran subversivos”.

Con tales pretextos, el resultado fue un saldo de decenas de miles de personas asesinadas o desaparecidas, miles de personas exiliadas, miles de familias deshechas, cientos de hijos robados de sus familias legítimas, y un profundo trastorno nacional que la Argentina aún intenta resolver a nivel de conciencia y verdad histórica y a nivel de justicia, aspectos esenciales para la salud y el progreso de un país.

Las primeras desapariciones
Las desapariciones comenzaron aproximadamente en 1974, con la Triple A. Ya para 1975, se sabía de unos 600 casos. En el año 1976, se instala la dictadura militar, y el número de personas desaparecidas comienza a aumentar en forma vertiginosa. Las madres de los que habían desaparecido antes de que los militares se adueñaran del gobierno habían comenzado a buscar activamente a sus hijos. Se dirigieron al Ministerio del Interior, a la Policía y a la Iglesia. Todos estos organismos formaron un amalgama de complicidad. Durante el gobierno militar, el General Albano Harguindeguy fue nombrado Ministro del Interior y fue uno de los colaboradores más devotos de la junta. Harguindeguy virtualmente eliminó al sistema judicial, llenándolo con personal militar clave para dejar a los familiares de los desaparecidos sin ninguna forma de conseguir información sobre el paradero o el destino de éstos.

Existían algunos organismos a los cuales los familiares podían acudir, a modo de sentirse acompañados en su búsqueda de respuestas. La Liga Argentina Por Los Derechos del Hombre era un organismo de larga trayectoria, como así también la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y el Movimiento Ecuménico por los Derechos del Hombre. El incipiente movimiento de familiares de desaparecidos llegó a formar La Comisión de Familiares de Desaparecidos y Prisioneros Por Motivos Políticos. Al principio se presentaban padres y madres de desaparecidos, pero pronto las madres entendieron que sería más eficaz y menos peligroso que se presentaran solas. Apelando a su importancia simbólica (madres) en un país que se jactaba de su tradición cristiana, entendieron que sería menos probable que los militares se atrevieran a hostigar a mujeres mayores y solas. Además, si llegaran a ser perseguidas y/o detenidas, supieron que sería preferible que le sucediera a un miembro de la familia, y no a dos. O como señala Marguerite Guzman Bouvard en su libro Revolutionizing Motherhood, las Madres formaban: “… un grupo de mujeres mayores [que] contradecía la percepción en una sociedad tradicional y patriarcal que los mayores y las mujeres en general carecen de poder”

En efecto, esta estrategia dio sus resultados. No obstante, muchas Madres fueron hostigadas, perseguidas, detenidas, y algunas, asesinadas, como es el caso de Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther Careaga, desaparecidas en diciembre de 1977.
En la medida en que el aparato de represión hacía crecer el número de desaparecidos, había cada vez más Madres que salían a buscarlos. Cuando comenzaron a reunirse en la Plaza de Mayo, dicidieron que, para reconocerse, se pondrían el pañal de sus bebés, y así fue que nació el uso del pañuelo blanco por el cual se las conoce.

En la conferencia de 1988, Hebe de Bonafini relata aspectos de cómo se gestó el movimiento:


E1 tema de cómo fuimos creciendo. Tomamos la decisión de que algunas madres fueran al Departamento de Policía, otras al Ministerio del Interior, otras casa por casa, a convocar a que las madres vinieran a la Plaza. Era muy difícil ir al Departamento de Policía y sentarse, cuando una veía una madre que lloraba o que estaba muy mal, convocarla, pero se hacía. Ir casa por casa también era una cosa muy difícil, porque ese casa por casa implicaba que a una la siguieran con un auto, o que llamaran a la policía a ver quién era esa mujer que venía a preguntar si había un desaparecido, o que simplemente no le abrieran las puertas, o que sintiera una madre que era otra madre la que la convocaba y nos recibiera bien. De cinco casas, tres seguro no nos abrían o no nos atendían o nos desconfiaban, pero había dos que sí recibían nuestro mensaje. En un principio les decíamos qué nos parecía que había que hacer, a quién había que ver. Y así fue creciendo la Plaza. … En estas primeras acciones, ese caminar, también tomándonos del brazo, aferrándonos las unas a las otras, contándonos, también fuimos solidificando nuestro pensamiento y creciendo y tomando conciencia.


La Iglesia
Uno quizás se pregunte cómo es posible que miembros de la comunidad religiosa podían estar involucrados en la legitimización de la represión. ¿Cómo es posible que personas que supuestamente defendían a la vida y diseminaban la palabra de Jesucristo, por sobre todas las cosas, voz del amor y la tolerancia, callaran ante el genocidio, o peor aún, colaboraran con el terror? Jean-Pierre Bousquet relata que se le preguntó eso mismo a la Hermana Alicia Domont, monja francesa que trabajó entre los más desposeídos en la Argentina, y que fue secuestrada en 1977. Alicia Domont dijo,


No puedes olvidar que la iglesia argentina está compuesta por argentinos. Con las mismas virtudes y defectos que ellos. Tiene la misma cultura, y lo que afecta a la generalidad la afecta también a ella. El miedo que reina desde un año antes del golpe de estado, ante el desencadenamiento de la violencia, ese miedo que, desde marzo de 1976, ha silenciado a partidos políticos y sindicatos, se apoderó también de la Iglesia. Es verdad que hay pastores que eligieron colaborar con el régimen, pero creo que no constituyen la mayoría. Todos los demás tienen miedo, y el miedo no es fácil de dominar. La gente que está en el poder no se detiene ante el hecho de que aquellos a quienes consideren enemigos sean eclesiásticos. La Iglesia argentina también tiene sus mártires (p. 111).


La Iglesia Católica es una institución muy poderosa en Argentina. Al colaborar con los represores, justificando su metodología y hasta bendecir las armas, destruyó importantes canales de comunicación con el pueblo. Hasta ahora, los familiares de desaparecidos sentían que podían acudir a la iglesia buscando no sólo refugio espiritual sino también un fuerte aliado que pudiera ayudar a representar sus intereses y sus luchas frente a los militares. Sin embargo, debido a las contradicciones dentro de la Iglesia misma, y sumado a que sus miembros también eran vulnerables ante el terror y la represión, los familiares no podían confiar completamente en esta alianza.

Pasaban los años y crecía el número de desaparecidos. A pesar de los peligros que encaraban las Madres al congregarse y al insistir en la reaparición con vida de sus hijos, no cesaban en su labor. Su impacto llegó a ser para los militares de una envergadura que no se esperaban.

La prensa
Al principio, gran parte de la prensa nacional, como la mayoría de la población, estaba demasiado inmersa en el miedo para poder actuar con normalidad, y para reflejar las inquietudes de los familiares de los desaparecidos. Optó, en general, por el silencio. En varias oportunidades, las Madres solicitaron la ayuda de la prensa local para publicarles avisos o solicitadas pronunciando sus reclamos, y pidiendo respuesta al gobierno. Poco a poco, la prensa se fue animando. En diciembre de 1977, aparece una solicitada en La Nación bajo el título “La Verdad, por una Navidad en Paz”. Aparecen centenares de firmas de mujeres buscando a sus desaparecidos, y exigiendo al gobierno la publicación de las listas completas de detenidos y que sean sometidos a la justicia ordinaria a la brevedad.
Fue éste un heróico acto por parte de La Nación, que formará parte de muchos gestos que tendrá de ahí en más la prensa nacional. En 1978, durante el Mundial de Fútbol que el gobierno utilizó como pretexto para entretener al pueblo y crear la ilusión de unión y patriotismo nacional, las Madres se ocuparon de hacer notar su presencia ante la prensa extranjera. El gobierno, a su vez, se cuidó de elegir los sitios por dónde pasaría la prensa, para evitar el contacto con “las Locas”. Ellas, sin embargo, tenían previsto estos inconvenientes y formaron su propia estrategia, circulando por sitios diferentes. Entregaron cartas pidiendo atención al mundo de lo que estaba pasando en el país. En su discurso pronunciado en 1988, Hebe de Bonafini describió de esta manera lo que ocurría en esos momentos:


En el Mundial, … sufrimos mucho. Sufrimos la indiferencia del pueblo. Los medios de comunicación, que eran terribles. El ataque desde el exterior diciendo que éramos antinacionales los que hablábamos en contra del Mundial. Pero también vimos que cuando se inició el Mundial, había más periodistas extranjeros en la Plaza que en el propio Mundial. Y que Holanda, en vez de transmitir el inicio del Mundial, cuando éste comenzó transmitió a las Madres marchando en la Plaza.

También relata Hebe de Bonafini cómo era la represión durante el Mundial, y también la fragilidad que existía entre ellas y la Iglesia:

En el Mundial, … la represión se hizo tan fuerte que decidimos ir a las iglesias a encontrarnos para ver qué cosas íbamos a seguir haciendo. Y cuando nos reprimían en la Plaza, sabíamos que podíamos ir a tal o cual iglesia. Tanta fue la represión, en un momento, que hicimos como un fixture para no ir siempre a la misma iglesia porque sino la cana ya nos esperaba en la puerta. Nos apagaban las luces, nos echaban; pero también dentro de la iglesia, y por eso los curas no nos quieren. Entre Padre Nuestro y Ave María nos pasábamos qué íbamos a hacer. Decíamos: “Padre Nuestro que estás en los cielos, vamos tal día a tal lugar; Ave María …”. Esa era la manera de pasarnos, sin papel y sin nada, qué actividad íbamos a realizar.

En 1978, un grupo de Madres hizo su primer viaje al exterior. Fueron a Estados Unidos, a Italia, al Vaticano. Pidieron entrevistas con personas importantes dentro de los gobiernos y hasta pudieron entrevistarse con el Papa mismo. También, como explica Hebe de Bonafini, “Pedimos a los personajes que conocíamos y los que creíamos—también por esa falta de preparación política—que nos podían ayudar. Y los vimos, y nos dieron las entrevistas, y ahí comenzamos nuestra etapa de que nos apoyen fuera del país”.

Para estas mujeres, muchas de ellas que jamás habían viajado al exterior siquiera para hacer turismo, fue una experiencia que sólo la solidez de sus convicciones y el amor por sus desaparecidos pudo sostener. Dieron conferencias de prensa en actos oficiales, y también se reunieron con organizaciones de base. Fue el comienzo de una etapa dentro de su organización que creció a lo largo de los años, y que llegó a ser cada vez más política. En su recorrido, han sumado el apoyo de miles de personas en todo el mundo, y hoy son vistas como un símbolo revolucionario que pudo atravesar las fronteras más feroces del terror.
Cuando la Argentina retomó un proceso democrático en 1983, se iniciaron los procesos legales en contra de los represores, y pidiendo por resolución y justicia por la tragedia de los desaparecidos. Respondiendo a presiones políticas e intentando mantener en pie al fragil gobierno constitucional, el presidente electo, Raúl Alfonsín, decretó las leyes de Obediencia Debido y Punto Final. Estas leyes libraban de toda responsabilidad a los representantes militares que participaron en la represión. Se pretendía el olvido, el perdón de esos hechos pasados. La ley de Punto Final fijaba un plazo de 30 días para receptar las acusaciones contra militares en la justicia por violación de los derechos humanos.

Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos, las Madres de Plaza de Mayo entre ellas, han seguido insistiendo en que es crítico para el país que se sepa y haga público lo sucedido durante la represión y el destino de los desaparecidos, y que cada sector de la sociedad asuma sus responsabilidades. Insisten en que,


… no es exclusivo de los familiares de las víctimas llegar a conocer la verdad sobre lo ocurrido, sino que corresponde a toda la comunidad como un derecho a conocer su pasado, entre otras razones como una forma de resguardarse para el futuro. -- Jose Balla, Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida


Existen en el país organizaciones no gubernamentales que hacen oír este reclamo, como por ejemplo:

  • Abuelas de Plaza de Mayo
  • Comisión de Familiares de víctimas de la Represión
  • Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas
  • Liga Argentina por los Derechos del Hombre
  • Madres de Plaza de Mayo
  • H.I.J.O.S. (hijos de desparecidos)
  • Movimiento de Paz y Justicia (SERPAJ)
  • Antropólogos forenses

En 2003, la asunción del Presidente Néstor Kirchner señaló una nueva etapa en la Argentina con respecto a la lucha por reconocer el pasado e intentar hacer justicia. Derogó las leyes de Punto Final y Desobediencia Debida, declarándolas inconstitucionales, y se inició un proceso de reparación a los familiares de las víctimas, además de abrir los juicios a los represores, muchos de los cuales están actualmente en prisión.

Nada de esto hubiera sido posible sin la lucha contínua de las organizaciones de derechos humanos, sobre todo la lucha de décadas de las Madres de Plaza de Mayo, quienes con su insistencia a pesar de los riesgos, llegaron hasta las esferas políticas más altas del mundo para hacer oír sus reclamos. Hoy, las Madres tienen editoriales; una universidad cuyo programa de estudios se basa en un currículo que se concentra en los derechos humanos; se han filmado muchas películas y escrito muchos libros por ellas y sobre ellas. Su incidencia política va más allá del reclamo por los desaparecidos. Están en la vanguardia cultural, y participan activamente con grupos que reclaman trabajo en un país que sufrió el descalabro económico a partir de las políticas neoliberales durante los años del gobierno de Carlos Menem, y el gobierno de Fernando de la Rúa.

Para cerrar, cito a Herminia Severino, madre de Adriana María Bianchi, secuestrada a los 21 años por las fuerzas militares en abril de 1977:


Los militares crearon un terror para el resto de la vida. Esto tratamos de decirles a los jóvenes. Sobre todo que estén unidos, que se cuiden, pero que no dejen de luchar, que esto no termina, y nosotros llevamos la palabra, la memoria ... pero si la memoria no se practica ... si la memoria no la hacemos presente, entonces no sirve.


Escrito por Ana Cecilia Martínez - 2004

Bibliografía y Referencias Citadas

Balla, José. Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida
(http://www.monografias.com/trabajos/ puntofinal/puntofinal.shtml)

de Bonafini, Hebe. Conferencia pronunciada el 6 de julio de 1988.
(http://www.madres.org)

Bousquet, Jean-Pierre. Las Locas de la Plaza de Mayo. Stock, 1980, París.

Guzman Bouvard, Marguerite. Revolutionizing Motherhood. Scholarly Resources, Inc.
1994. Delaware

Lozada, Salvador María. De López Rega a Menem: los derechos humanos
y la impunidad en la Argentina (1974-1999) (www.derechos.org/nizkor/arg/libros/lozada)





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